La Rosa de los Sueños

La Rosa de los Sueños de Rafael Redondo Nevado

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Como en el libro anterior de este autor, la obra se va estructurando en pequeños bloques bajo un epígrafe. Iniciamos la lectura con Contemplaciones formadas por seis composiciones en las que el autor nos describe diferentes momentos del día en los que la Naturaleza cobra protagonismo: una tormenta, un jardín, el bulevar… son los pretextos para crear breves imágenes de los lugares y los sentimientos que despiertan en el autor.

Las dos primeras composiciones no siguen este patrón ya que una de ellas se centra en al Adversidad como prueba a superar:

“En la superación de la adversidad

está nuestro mérito, nuestra

única paga en este mundo.”

 

y la última, en el Sueño, como medio reparador para otra vida, distinta y mejor:

“Mañana, cuando despierte

a otra luz y otro vuelo,

cuando el mundo amanezca

de nuevo, iré a buscar tus labios de brisa.”

En Muñecas rotas, el siguiente epígrafe, el yo poético aparece roto, incompleto ya sea porque no ha realizado su proyecto vital, la misión por la que está en esta vida:

“Yo seré entonces

el Mesías Acuariano

de la Era Cristiana”.

 

O bien, porque se hunde en la vorágine de una mente tratada por el psiquiatra y en la que la pastilla es la salvación:

“hasta el momento en que ya me toca

tomar la pastilla. Entonces

duermo, como, fumo…

y después aleteo

como una mariposa”.

pero una salvación a medias:

“que alguien dejará olvidada

en una jaula”.

 

Quizás esa falta de plenitud se deba a que es rechazado por su aspecto sin que nadie descubra el diamante interior que atesora o porque no es más que un grajo de una bandada de enfermos mentales que ansía la hermandad y el salto a la libertad o una pobre princesa de cera a la que se le ha acabado el sufrimiento.

 

En cualquier caso, retumban las palabras del psicoanalista:

“Vive tus sueños

sueña tu vida”.

 

El sueño, lo onírico se convierte en el medio para huir de una realidad atormentada en la que somos muñecas rotas en las manos de un destino incierto, injusto, incomprensible, caótico y destructivo.

            La casa en el cielo se nos muestra como un refugio o una esperanza ante la desolación del bloque anterior. Este capítulo está dedicado a los seres celestiales que nombra en la primera composición en tono sentencioso y bíblico. Solo a través de la ayuda desinteresa alcanzaremos un cielo que se nos muestra distante y lejano:

“las criaturas miramos hacia arriba

y vemos algo”.

 

Los seres celestiales se perciben más distantes y menos humanizados que en la obra anterior de este autor, Los Caminos de el Alba, incluso, un poco más abstractos (“una luz, una energía, una conciencia”) y superiores de aquel ángel que pedía unas vacaciones humanas.

En Realidad o sueño se desarrolla el concepto de que la vida no es más que la fusión de contrarios y en donde el peligro reside en:

“dejarse llevar

por la marea más allá

de donde se puede regresar”

 

una vida en la que el peligro acecha a cada esquina, una vida que es:

“algo frágil, tierno y delicado

como el llanto de mamá, como la Tierra,

como mamá.”

 

Una vida marcada por una “sucia soledad de perro abandonado” en una constante búsqueda de la amada y en la que la rueda de la Fortuna juega cruelmente con la existencia, en esa fusión de contrarios que es la vida, repartiendo alegría y tristeza, compañía y soledad en un ciclo natural continuo y eterno.

 

En La línea de sombra, se pone de manifiesto esa delgada línea que separa la vigilia del sueño y se destaca la importancia del Sueño ya que gran parte de nuestras vidas la pasamos durmiendo y:

“Tan necesario e importante

es lo que se hace

como lo que no se hace.”

 

Un mundo onírico oculto a la razón y al entendimiento, un misterio que subyace en cada uno de nosotros:

“La mitad de nosotros es misterio

es noche, sueño, sombra, invierno…”

 

Una vida paralela desconocida como la cara oculta de la Luna. Además, la última composición desarrolla la idea cíclica del bien y el mal: hay que tocar fondo para luego alzarnos hasta el cielo.

 

Con los Poemas del conocimiento se desarrolla la idea del caminar, del pasear como una forma de vida. La calle se convierte en lugar de encuentros, de intercambio, de enriquecimiento de nuestras vidas. Las calles conforman las líneas del mundo, los caminos a recorrer, a donde encontrarse, las líneas del mundo y del universo independientemente del nombre que le demos; llámese teoría de las supercuerdas o los cabellos de Shiva. No son más que líneas por las que caminaremos en nuestras vidas. Al final de todo, el conjunto de líneas enmarañadas que constituyen nuestras existencias no es más que un gran ovillo con el que juega un gato y que nos recuerda el aforismo “Dios juega a los dados con nosotros”.

Al llegar a Paisaje de Invierno nos encontramos ante diferentes paisajes del invierno de la vida, cuando la blancura cubre nuestras cabezas, la vejez gana terreno y comprobamos que la vida va demasiado deprisa ya y te sientes apartado de su frenesí. Después de todo lo vivido queda un grito “¡amor!”, amor invencible, en una senectud sin pecados porque sobran, sin ambición ni deseo en la que se espera un final feliz, la paz del final de la vida mientras se es querido por los nietos y sobrinos. Es curioso que ahora, convertido en una persona que no sirve, inútil para el trabajo y, sin embargo, valiosa pues los consejos de toda la experiencia de la vida son de oro. El cuerpo entra en decadencia y solo nos queda la cabeza para encomendarse al Señor de la Buena Muerte:

“en tus manos estoy”

El morir no es más que un tránsito a un despertar:

“Entonces desperté”

Una idea cíclica de la vida. La vida terrenal no es sino un sueño que vivimos y despertamos a la verdadera realidad con la muerte.

 

El libro concluye con A modo de conclusión. Llegamos al final del libro/vida en el que nuestra existencia no es más que un fragmento de la realidad, una pieza de un inmenso puzzle que, una vez colocada, todo cobra sentido. Ya no hay miedo ni excusas sino encuentro, abrazo, reunión. Lo vivido no ha sido más que una pesadilla de la razón dormida y ahora despertamos y comprendemos todo, enana serenidad absoluta, en una libertad plena porque el conocimiento es libertad

Un poemario muy interesante con un estilo sobrio y pulido que condensa ideas, conceptos y reflexiones sobre la vida, lo onírico y la existencia a tener en cuenta en nuestro día a día. Rafael Redondo Nevado ha ido un paso más allá en su pasear por el mundo de la Poesía.

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